domingo, 11 de enero de 2009

Vértigo a lomos de la Mula: Conlon dirige Herrmann

Hasta ahora no he escrito nada en este blog sobre la creación de quien, como confieso en mi perfil, sigue siendo mi compositor favorito: el norteamericano Bernard Herrmann (1911-1975). No sé, quizá sea por la dificultad de hablar sobre una música con la que, siendo seguramente de segunda fila, me siento identificado como con pocas. O quizá no haya sido más que casualidad. Sea como fuere, voy al grano: alguien ha colgado en el Emule una de las más inencontrables grabaciones de la obra cinematográfica de este compositor.

Me estoy refiriendo al registro que James Conlon hizo en 1999 al frente de la que por entonces era su orquesta, la de la Ópera de París, de la partitura completa -se incluyen fragmentos de pocos segundos- que escribió el neoyorquino para esa obra maestra absoluta no ya de Alfred Hitchcock, sino de toda la historia del cine, que es Vértigo. El compacto se ofrecía en un solo corte y dentro de un libro lleno de fotografías del propio Conlon, y asociado a una instalación que al parecer se ofrecía por aquellas fechas en la capital francesa. Ni yo ni muchos otros fans de Herrmann pudimos hacernos en su momento con un ejemplar del hoy descatalogadísimo libro escrito por Douglas Gordon.


Pues bien, algún alma caritativa ha tenido la paciencia de trocear la pista única original en las cuarenta y dos piezas de que consta la partitura y subirlas al Emule ([Nachoherrmann-401]Bernard.Herrmann.-.Vertigo.-.Complete.Score.-.Orchestre.de.l'Opéra.de.Paris). Viene en MP3, pero aún así el sonido es espléndido. ¿Merece la pena, existiendo ya dos ediciones casi completas de esta música, la banda sonora original dirigida por Muir Mathieson y la regrabación digital de Joel McNeely? Rotundamente sí, por tres motivos: es la única que contiene el score en su integridad, es quizá la que mejor suena y está estupendamente interpretada.

Aquí, no obstante, hay que hacer una salvedad. Conlon, por motivos que se me escapan, procura ser fiel a los tempi de la película, lo que significa que desde el punto de vista puramente musical a veces se precipita un tanto y, con su fraseo nervioso y afilado, no siempre deja respirar a la música todo lo que debe. La comparación con la breve suite que grabó en 1968 para Decca el propio Herrmann resulta en este sentido reveladora: páginas tan importantes como el preludio y la escena de amor -o la primera aparición de Madeline, que el compositor no incluyó en su selección- podían estar más paladeados.

Ahora bien, el director neoyorquino dirige con un entusiasmo y un sentido teatral encomiables, y hace gala además de un rico sentido del color y de gran sabiduría a la hora de tratar a la madera grave de esa manera tan peculiar que requiere la música herrmaniana. Además hace una apuesta muy interesante por resaltar los momentos más escarpados de la partitura, lo que beneficia particularmente a las dos escenas de la torre, que nunca han sonado con tanta garra y fuerza dramática.

Bueno, ¿y la música? Supongo que quien haya leído hasta aquí ya sabe de qué va la cosa, pero por si acaso, repetir que nos encontramos -salvando las siderales distancias- ante el Tristán del siglo XX, una partitura en torno al amor y la muerte, atmosférica y agónica como pocas, en la que Herrman hizo gala de toda su sabiduría como melodista, como orquestador y como hombre de gran sensibilidad audiovisual, para elaborar una música perfecta para las imágenes, desde luego, pero también válida por sí misma. Aquí está la prueba de ello.

Para el muy interesado, aquí va un par de links sobre esta grabación, uno en inglés (enlace) y otro, con menos contenido, en castellano (enlace).

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