sábado, 21 de agosto de 2010

Yannick me defrauda

He escuchado algunos discos y muchas retransmisiones radiofónicas del director canadiense Yannick Nézet-Séguin. Suficientes para tenerle, al menos para mi gusto, por una de las más interesantes batutas jóvenes de la actualidad. Que la Orquesta de Philadelphia le haya nombrado titular parece confirmar un brillante futuro para el artista. Esta noche he podido por fin escucharle en directo, en un concierto ofrecido en el Royal Albert Hall al frente de la Filarmónica de Rotterdam. Y me ha defraudado considerablemente.

La obertura de Tannhäuser me pareció correcta sin más. Todo estuvo en su sitio, el pulso fue firme y no hubo salidas de todo (nada que ver con el escándalo que monta en esta pieza su predecesor en el podio holandés, el inefable Gergiev), pero la poesia, el colorido, la imaginación y el compromiso expresivo brillaron por su ausencia. Los Rückert-Lieder sí que estuvieron muy bien dirigidos, sobresaliendo la gran concentración conseguida en el final de "Ich bin der Welt abhanden gekommen" (algo a lo que fueron ajenos unos cuantos tosedores que boicotearon sonoramente el momento). Una lástima que Simon Keenlyside evidenciara problemas vocales y abusara un tanto del falsete, aunque su clase de gran artista resultase indiscutible.

En la Heroica Nézet-Séguin se armó un lío monumental intentando, como Rattle, ser "tradicional" e "históricamente informado" al mismo tiempo. Se usó flauta de madera y hubo baquetas duras en los timbales, pero el resto de la orquesta era moderna (metales incluidos) y el tamaño de la misma permaneció en lo convencional, lo mismo que los tempi. La articulación fue ágil, incisiva, con vibrato reducido y predominio del staccato, cayendo en algunos momentos en el exceso y en otros mostrándose más sensato. La cuerda sonó con voluntaria acidez, al tiempo que se acentuaba el protagonismo de metales y percusión.

¿Todo esto es malo en sí mismo? En principio no, pero los elementos no me parecieron bien conjugados, más que nada porque detrás de esta indefinición formal no encontré una idea expresiva clara. En cualquier caso lo peor fue la aparición de numerosos detalles de blandura y amaneramiento, cuando no de cursilería, en los que el joven artista parecía querer imitar a las peores batutas de instrumentos originales, haciéndolo sin tener muy claro qué es realmente lo bueno que ha aportado el movimiento historicista (que en mi opinión es bastante, dicho sea de paso) y qué fueron tics de dudoso gusto para llamar la atención y ganarse fácilmente al público deseoso de nuevas experiencias.

El respetable del Royal Albert Hall reaccionó con entusiasmo y se ofreció como propina una lenta, concentrada y bellísima recreación de Le Jardin féerique, seguramente para promocionar el disco Ravel (enlace) que el maestro y su orquesta grabaron no hace mucho para EMI. Fue lo mejor -quizá lo único- de un concierto que me ha dejado un amargo sabor de boca. En la web de los Proms se podrá escuchar durante los próximo siete días.


PS. Ya en mi tierra, he completado el artículo con las tildes que no logré colocar en el teclado británico, y he colgado una foto más o menos pirata que he encontrado por ahí en la red.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No queda claro en su comentario qué obra se tocó a continuación de la Obertura de Tannhäuser, fueron los Rückert-Lieder, ¿no?.
Gracias por contarnos sus experiencias musicales londinenses.
Saludos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Mil perdones. Es que hice un corta y pega para que aparecieran las dieresis y las tildes (estoy en un teclado britanico) y la cosa salio mal. Ya esta corregido. Gracias por la advertencia.

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