sábado, 27 de agosto de 2011

Ciclo Beethoven de Barenboim y la WEDO en Colonia (IV)

Pinchó Barenboim en la Pastoral. En mi opinión, claro está. Los colegas que me acompañaban no lo vieron así y alguno de ellos llegó a diagnosticar mi valoración como "ataque de locura". Voy a tener que darle la razón a Justo Romero cuando escribió, ya hace años en las páginas de Scherzo, que opinar sobre Barenboim supone siempre recibir palos desde un lado u otro: si se le pone bien, por ponerlo bien, y si se le pone mal, por ponerlo mal. En fin.

Pinchó Barenboim, decía. Quiero decir: ofreció una interpretación mucho menos buena de lo que se puede esperar en quien es el mejor interprete de Beethoven de los últimos decenios. Ya le ocurrió eso en su grabación discográfica de 1999 (enlace), en cualquier caso notable, pero en la interpretación al frente de la propia WEDO ofrecida en Córdoba el verano pasado (enlace) los resultados fueron mucho mas satisfactorios (o eso me parecieron a mí en ese momento, no sé ahora). La de Colonia de ayer miércoles ha sido, como las dos citadas, una interpretación más apolínea que dionisíaca, equilibrada y muy hermosamente sonada, fraseada con asombrosa naturalidad, atentísima al dialogo de las voces intermedias y plagada aquí y allá de frases, acentos y otros detalles propios de una batuta de primera, pero...

Pero la inspiración fue abiertamente irregular. Se diría que la extrema genialidad de la Heroica del martes (enlace) hubiera dejado al maestro sin ideas realmente grandes, o incluso que quisiera quitarse la obra de en medio cuanto antes: despacharse la Pastoral en cuarenta minutos -sin la repetición del primer movimiento, todo hay que decirlo- ya les da a ustedes una idea de por dónde van los tiros. Flojo el Allegro ma non troppo, bien trazado pero en exceso extrovertido y un tanto expeditivo, sin esa magia increíble que tan difícil resulta extraer de los pentagramas. Nada nuevo: le ocurre a casi todos, excepción hecha de los Furtwängler, Klemperer, Kubelik, Böhm, Giulini y Sanderling, los cinco nombres que reinan en la Sexta beethoveniana. Sin ser para mí el ideal, estuvo bastante mejor la escena junto al arroyo, demasiado rápida, escasamente contemplativa y nada "filosófica", pero impregnada de una vehemencia (hubo frases en la cuerda realmente reveladoras) que la hacían muy atractiva.

Sensacional la danza de los pastores, quizá la mejor que le he escuchado a Barenboim, con unos contrabajos poderosos a más no poder que acercaron la página al universo sonoro -idéntico en cronología, muy distinto en la escritura- de la Quinta del mismo autor. Irreprochable la tormenta, en la que la batuta dio una buena muestra de dominio de la masa orquestal. Y de menos a más, como suele ocurrir con este director, el movimiento final, que a medida que avanzaba hacia la conclusión iba acumulando tensiones llenas de emotividad y hasta de carácter visionario. Suficiente? Para tratarse de Barenboim creo que no, y menos aún después de haberse puesto en listón tan alto a sí mismo en la Heroica. Que un Abbado con la Filarmónica de Berlín o un Rattle con la Filarmónica de Viena hayan obtenido resultados no ya flojos sino detestables en esta obra no cambia mi valoración. Y hay aún una cosilla más: durante toda la interpretación aparecieron algunos pequeños portamenti que daban la impresión de que, cosa insólita en la carrera beethoveniana del argentino, hacen pensar que Barenboim puede estar tentado de abrir las puertas a la cursilería.

La Quinta Sinfonía, antológica. En el primer movimiento la ansiedad estuvo generada por la acumulación de tensiones, y no por la fiereza de determinadas frases o por la agresividad tímbrica, que es lo que suele ocurrir con otros directores. Aun así, aún se han escuchado cosas superiores en el mundo discográfico, porque no carece esta partitura precisamente de interpretaciones geniales. Muy intenso el Andante con moto, que aunaba de manera perfecta cantabilidad digamos "humanística" con toda la potencia épica que albergan los pentagramas. Increíble el scherzo, particularmente por la manera en la que Barenboim hizo "rugir" a la cuerda grave sin descuidar los tintes lúdicos de la página; si no fue el mejor que jamás he escuchado, seguro que se le acerca. Fogosísimo y visionario, pero también muy controlado, el movimiento final, que como era de esperar despertó entre el público un entusiasmo desbordado. En definitiva, una interpretación igual e incluso superior a la ofrecida en Sevilla (enlace) en lo que a la batuta se refiere, y encima más perfecta, más aquilatada y con mejor empaste, en lo que respecta a la ejecución orquestal.

En este sentido, creo que va siendo hora de matizar un poco sobre la West-Eastern Divan. La cuerda aguda es muy buena, pero para mi gusto de vez en cuando -determinadas frases en la Pastoral, por ejemplo- flaquea un poco por parte de los primeros violines. A los violonchelos, liderados por Kyril Zlotnikov, el del Cuarteto Jerusalén, se le podría pedir un poco más de personalidad dentro de su alto nivel. Los contrabajos, tremendos: en Beethoven solo le he escuchado algo superior a orquestas como las de Chicago, Philadelphia o la Filarmónica de Berlín. A las maderas habría que ponerles una medalla a todos ellos, uno a uno. Muy bien los metales, y mejor que eso en la tremenda Quinta: los ensayos de por la mañana (enlace) se dejaron notar y la perfección fue absoluta. Solo dos palabras para los timbaleros: im-presionantes.

2 comentarios:

Bruno dijo...

Me llama la atención que para la sexta se olvide de Walter y Kleiber padre

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Me ha pillado usted: no las conozco. Procuraré escucharlas cuanto antes. No obstante, no me consta que tengan tanto prestigio ente la crítica como las que yo he citado. Un saludo.

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