sábado, 17 de noviembre de 2012

Dos trompetas y órgano para comenzar el Festival

Acabo de regresar desde Villacarrillo de un concierto del conjunto Trioorganum (web oficial) celebrado en la hermosísima iglesia parroquial para dar comienzo al XVI festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza, ahora diversificado en diversas localidades del entorno; este evento, en concreto, pertenece a una atractiva propuesta titulada “música en los monumentos de Vandelvira”. Han sido cincuenta pesados minutos de carretera de ida y otros tantos de vuelta con demasiados coches circulando a velocidad excesiva, pero creo que ha merecido la pena a pesar de dos chascos iniciales. El primero, caer en la cuenta de que en el hermosísimo monumento en cuestión no hay órgano barroco alguno que sirviera a un programa titulado Les Goûts réunis: música italiana, alemana y francesa para dos trompetas y órgano, y que lo que se iba a utilizar no era sino un teclado electrónico. El segundo, descubrir que estos señores no tocan trompetas naturales sino modernas. No es que sea yo un talibán de los instrumentos originales, en modo alguno, pero en un festival de estas características esperaba otra cosa.


Pero al final me lo pasé bien, porque las trompetas de Vicente Alcaide y Rafael Ramírez empastaron entre ellas sin problemas y los dos artistas mostraron suficiente desenvoltura técnica y buen olfato musical. Junto con el órgano de Alberto de las Heras, que en varias ocasiones se quedó solo para recordarnos lo increíble que es la música de J. S. Bach, ofrecieron un programa integrado por páginas de Oezel, Jacchini, Telemann, Haendel, Loeillet y Vivaldi, más una irrupción de Ennio Morricone a través de un inoportuno teléfono móvil. Todas las interpretaron de manera esforzada, sensata y honesta con resultados en general plausibles. Insisto en que un servidor disfrutó del evento.

Cierto es que podrían poner algunos reparos más o menos importantes y realizar algunas puntualizaciones, pero no me apetece hacerlo y sí agradecer la oportunidad de escuchar buena música en directo, interpretada con sensibilidad en un lugar tan hermoso, aunque fuera sin la espléndida iluminación que el interior había lucido durante la misa de difuntos que obligó a empezar el concierto con más de media hora de retraso. El público -hubo unos cuantos que se fueron, mosqueados por la tardanza- alcanzó la cifra de unas setenta u ochenta personas, lo que no está nada mal dadas las circunstancias. Se aplaudió con ganas: a los quince segundos estaba todo el mundo de pie. Había muchos chavales, quizá alumnos del conservatorio de Úbeda en el que imparte clases uno de los artistas. Sea cierta o no la sospecha, buenísima noticia: sin ellos, olvídense de que haya música en el futuro.

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