miércoles, 30 de octubre de 2013

La Aida de Toscanini

Confieso que hasta ahora no había visto esta célebre filmación: la Aida que un Arturo Toscanini de 82 años de edad dirigió en versión de concierto a su discreta Orquesta de la NBC, con un elenco encabezado por Herva Nelli y Richard Tucker, el 26 de marzo de 1949. Lo he hecho en la edición de sello Testament, que cuenta con una imagen digna para la época y un sonido notable; ustedes también la pueden encontrar al completo en YouTube. Creo que merece la pena, por lo bueno y por lo no tan bueno.


La dirección del de Parma –que algo sabía de primera mano sobre Verdi: tocó el chelo en el estreno de Otello– responde punto por punto a lo que era de esperar: incisiva, brillante, de altísimo voltaje teatral, amén de extremadamente rigurosa, exacta, detallista y objetiva, pero también muy estridente en lo puramente sonoro, rígida en el fraseo, poco atenta a la atmósfera (¡fundamental en esta partitura!), escasa en delectación melódica y carente de verdadera emotividad. Me alegra haberla conocido, pero a mi entender Riccardo Muti, en su sensacional grabación con Caballé y Domingo, logró mucho más tarde recoger todos los aspectos positivos de la aproximación del maestro parmesano sin mostrar ninguna de sus insuficiencias.

Herva Nelli posee una buena voz y canta francamente bien, aunque se mantiene un tanto ajena a la esencia del personaje; incluso resulta un tanto fría y distante. Richard Tucker es para muchos una referencia en el papel de Radamés por el maravilloso metal de su voz y la valentía de su línea; yo echo en falta una mayor riqueza psicológica, pero a decir verdad su personaje está bastante menos bien dibujado que el de las dos féminas. Aparte de eso, en escena se mueve menos que un poste y permanece todo el tiempo con las manos cruzadas sobre el pecho. La que sí interpreta sobre el escenario es Eva Gustavson, pero aquí lo que falla es la voz, en exceso lírica para un rol, el de Amneris, que pide una enorme robustez para la crucial escena del juicio, quizá lo mejor (¡maravilloso Verdi!) de la irregular partitura.

Notable el Amonasro de Giuseppe Valdengo, que sabe no caer en los excesos de otros destacados artistas. Digno el Rey de Dennis Harbour, y espléndida la sacerdotisa de Teresa Stich-Randal. Quien flojea es el Ramfis de Norman Scott. El Robert Shaw Chorale no es precisamente el colmo del refinamiento, pero cumple bien espoleado por la energía de la batuta. Total, una Aida que hay que valorar ante todo como testimonio de un maestro de extraordinaria significación histórica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si como afirmas tú Aida es irregular, entonces todas las óperas de Verdi lo son... J.S.R.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

La segunda mitad de Aida me parece absolutamente excelsa, particularmente la escena del juicio, pero la primera bastante menos. Rigoletto, Trovatore y Traviata me parecen globalmente obras superiores. También Ballo, Don Carlos, Macbeth... Y no digamos las dos últimas. Sí, sí, ya sé que en todas esas también hay numeritos más o menos folclóricos, pero crei que el conjunto se resiente menos.

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