viernes, 18 de octubre de 2013

Walton por sí mismo y por Sir Colin Davis

Pequeña comparación entre dos discos con idéntico programa integrado por sendas obras de Walton (1902-1983). Por un lado Belshazzar’s Feats, una sinfonía coral disfrazada de oratorio llena de brillantez y colorido, pero no poco banal e insincera. Por otro la Primera sinfonía, esta sí una partitura cargada de garra, de comunicatividad y de fuerza dramática, admirable además en su riqueza de coloridos y texturas, inspiradísima en suma, independientemente de su manifiesta deuda con el mundo de Sibelius. Escritas en la primera mitad de los años treinta, las dos juntas ponen bien de manifiesto las virtudes e insuficiencias del compositor británico.

En cuanto a las interpretaciones propiamente dichas, el primero de los compactos, editado por el sello BBC Legends, recoge con mediocre calidad sonora conciertos en directo bajo la dirección de Sir William en persona, y el segundo –un Super Audio CD de sonido multicanal de gran relieve y carnosidad– hace lo mismo con interpretaciones de la Sinfónica de Londres y Sir Colin Davis en el sello de la citada orquesta.

Walton Colin Davis LSO Live

El Belshazzar’s Feast de Sir Colin procede de conciertos del 28 y el 30 de septiembre de 2008. Estuve presente en el segundo de ellos –por aquel entonces mi poder adquisitivo era muy superior al de ahora y me podía permitir viajar al extranjero–, y comenté en este blog lo siguiente:
“Si Rattle dirige la obra de manera tan extrovertida, descriptiva, brillante y colorista que la partitura parece un musical, y Previn lo hace (me refiero a su grabación de los ochenta con la Royal Philharmonic, la anterior no la conozco) con una rabia, una aspereza y una tensión interna que el oratorio podría pasar como una auténtica obra maestra, Sir Colin Davis afronta la página como lo que es, una interesante muestra de la tradición sinfónico-coral inglesa, se la cree de principio a fin y la ofrece con esa mezcla de solemnidad carente retórica, noble elegancia y tensión sin excesivas aristas que caracterizan su labor en este campo que él ha interpretado desde Haendel hasta Tippet.”
Escuchada ahora la interpretación en disco me reafirmo en lo entonces escrito. La sorpresa ha sido la gran diferencia con la realización ofrecida en el Royal Festival Hall londinense el 22 de septiembre de 1965 por Sir William Walton al frente de la Orquesta Sinfónica y Coros de la BBC (más un muy correcto Donald McIntyre): el compositor, en una interpretación entusiasta y vistosísima que rebosa energía, teatralidad y frescura, se decide por resaltar los aspectos más descriptivos, “cinematográficos” e incluso lúdicos de la obra, todo ello hasta el punto de bordear lo vulgar y perder la relativa hondura espiritual que sí se hace presente con Sir Colin. ¿Se ha inventado este último cosas, pues, o es más bien que el compositor no terminó de darse cuenta de las posibilidades que desprendían sus propios pentagramas?

Walton BBC Legends Belshazzar

Con la Primera Sinfonía pasa algo parecido. La del compositor al frente de la Royal Philharmonic Orchestra en el Usher Hall de Edimburgo el 23 de agosto de 1959 (la toma es monofónica) rebosa energía, brillantez y convicción, enganchando desde el primer compás hasta el último, pero con Sir Colin los resultados son más convincentes, entre otras cosas porque ralentiza los tempi y, en vez de caer en el exceso de nervio y en la relativa precipitación de Walton, paladea la partitura con el fraseo noble que caracteriza al maestro y logra desmenuzar con mucho más detalle el rico entramado polifónico de la obra.

Por lo demás, Colin Davis ofrece interpretación llena de fuerza y convicción, en el punto justo de equilibrio entre elegancia británica y aspereza sonora, con una orquesta tratada con gran plasticidad y clímax magníficamente trazados, siempre con un maravilloso sentido de la grandeza que excluye lo hinchado pese a los innegables excesos de la propia partitura. Desde luego me gusta más esta lectura que las admirables de Rattle en Birmingham (EMI, 1990) y de Bychkov con nada menos que la Filarmónica de Berlin (Digital Concert Hall). También que la del propio Walton que motiva estas líneas. Y vuelta al eterno problema: ¿hasta qué punto puede un intérprete encontrar más aspectos expresivos en una partitura que el compositor en persona?

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