sábado, 4 de febrero de 2023

Sinfonía nº 3, “con órgano”, de Saint-Saëns: discografía comparada

Revisión sustancial de esta entrada publicada originalmente en abril de 2013.
 
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Conviene advertir que esta es una música nada fácil de grabar: empastar órgano y orquesta es cosa complicada, por lo que algunas compañías optan por registrar al instrumento aparte y luego unirlo con el resto de la toma. Y no se me olvide recordar que ese no es el único instrumento “obbligato” de la obra: el piano ejerce un papel igual de importante en la segunda mitad de la página.

Compuesta en 1866, sus partes son en principio dos: 
  1. Adagio – Allegro moderato – Poco adagio
  2. Allegro moderato – Presto – Maestoso – Allegro

En realidad, la estructura es mucho más clásica que lo que parece: introducción lenta, primer movimiento rápido, movimiento lento, scherzo y vibrante final. Los cuatro movimientos de toda la vida, en definitiva, por lo que aquí seguiremos semejante división para no confundir al personal.



1. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (CBS, 1956). Enérgica y poderosa interpretación, dicha con ganas y sin excesos, pero bastante ajena al idioma de la música francesa, lo que significa poco sutil y no muy sensual. El tratamiento de la orquesta, eso sí, es digno de toda admiración. Correcto el órgano de Edward Power Biggs. El sonido monofónico resulta satisfactorio gracias al reciente reprocesado, pero podía haber sido ya estéreo. (7)


2. Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1959). Muy buena lectura de línea ortodoxa, bien llevada, con energía, aunque sin toda la poesía posible. Funciona sin problemas el primer movimiento, si bien algo tosco, o al menos no del todo depurado. Al segundo le faltan morbidez en el fraseo, sensualidad y espiritualidad; en contrapartida; se subrayan los ribetes amargos que posee la página. Magnífico el tercero, poderoso y con mucha garra. Al final, tan fogoso como bien controlado, le sobra algo de grandilocuencia. Nada en particular sobre el órgano de Berj Zamkochian. Buen sonido para la época, con amplia gama dinámica en SACD. (8)

 

3. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (CBS, 1962). Solo han pasado seis años, pero los intérpretes repiten para aprovechar las ventajas de la estereofonía: el órgano sale ganando de manera muy, pero que muy considerable. La interpretación quizá haya perdido un poco de fuelle –no estoy nada seguro– en el primer movimiento y ganado un poquito de refinamiento, siendo a la postre más o menos la misma. (7)


4. Prêtre/Orchestre de la Societé des Concerts du Conservatoire (EMI-HDTT, 1964). Dejando a un lado las limitaciones de la orquesta y centrándonos en la labor de la batuta, lo más flojo de esta versión es el primer movimiento, algo pesadote y sin mucha garra dramática. En el segundo, por el contrario, el joven Prêtre acierta frasear con voluptuosidad, sentido cantable, concentración y una morbidez muy francesa, si bien en una línea antes sensual que interesada por la espiritualidad. El tercero está muy bien y el Finale está dicho sin prisas y posee la adecuada grandeza, aunque no sea especialmente entusiasta e incluso resulte un poquito hinchado. Al órgano de St Etienne du Mont, su maestro Maurice Duruflé. La toma sonora es más bien estridente y confusa; la remasterización HD del sello HDTT compensa parcialmente dichas insuficiencias. (7)


5. Martinon/Orquesta Nacional de la ORTF (Erato, 1966). Interpretación ortodoxa en su línea francesa, pero no por ello trivial ni hedonista. Puede impresionar por su potencia expresiva, pero se resiente de una orquesta no muy allá –la toma acentúa su aspereza– y de una batuta que no termina de acertar en el primer movimiento: tras una espléndida introducción arranca sin especial fuerza, para luego resultar adecuadamente incisivo pero también un punto nervioso, desarrollándose sin toda la unidad deseable. El segundo es por el contrario portentoso, emotivo a más no poder y muy sabio a la hora de combinar a partes iguales carnalidad y espiritualidad. Decidido el tercero, con garra y cierta rusticidad sonora bien conjugada con la elegancia gala. Grandioso como debe ser el final, aunque la coda resulta un poco más escandalosa de la cuenta, circunstancia que puede deberse a unos ingenieros de sonido que le dieron excesivo protagonismo a la lujosa presencia de nada menos que Marie-Claire Alain al órgano. (9)


6. Mehta/Filarmónica de Los Ángeles (Decca, 1970). Sin haber cumplido aún los treinta y cuatro, un Zubin Mehta con muchísimas ganas de hacer música pone toda la carne en el asador demostrando convicción y entusiasmo, encauzando estos ingredientes bajo un perfecto control de la arquitectura y sabiendo aportar una buena dosis de brillantez sin dejarse llevar por el mero espectáculo. En cualquier caso, no le hubiera venido más un poco más de fuerza en la primera parte y de sensualidad en la segundo –magníficamente paladeada, por lo demás–. Tercera y cuarta son espléndidas. Bien el órgano de Anita Priest. (8)


7. Martinon/Nacional de la ORTF (EMI, 1972-75). Orquesta y director volvieron a grabar la obra con motivo de su integral de las sinfonías para el sello EMI. La interpretación sigue los pasos de la anterior, con la excepción de un segundo movimiento que ha perdido algo de carnalidad y voluptuosidad, quizá también de emotividad, para orientarse claramente a la espiritualidad; en cualquier caso, los resultados son bellísimos. El primer movimiento ha ganado ahora en unidad, aunque cosas mejores se hayan escuchado, y la segunda mitad de la obra ofrece quizá mayor depuración sonora. También la toma, sin ser precisamente ninguna maravilla –seca y con escaso relieve–, se encuentra ahora más lograda por equilibrar mejor el órgano, en este caso el de Bernard Gavoty en los Inválidos, donde se realizó –nada de “corta y pega” a posteriori– la grabación orquestal. (9)



8. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1976). Conociendo a Lenny, uno podía esperarse una interpretación dionisíaca, extrovertida y voluptuosa, llena de garra y gozosa a la hora de recrearse en melodías y colores. Pues no: tras un primer movimiento sin mucha tensión interna, incluso algo desganado a ratos, viene un Poco Adagio de una hondura mística –más que sensual– sobrecogedora en la que el maestro parece estar pensando en los adagios mahlerianos que por la misma época interpretaba al frente de la Filarmónica de Viena. Tras un “Scherzo” no del todo conseguido, la sección final vuelve a apostar por la trascendencia espiritual sin caer, por fortuna, en la retórica vacua ni el efectismo insincero. Lástima que ni la orquesta ni la toma sonora sean muy allá. (8)



9. Barenboim/Sinfónica de Chicago (DG, 1976). Frente a una orquesta increíble que, además de una enorme brillantez en los metales, aporta asombrosa precisión –a las maderas hay que oírlas para creerlas en el primer movimiento–, Barenboim luce su ya entonces enorme técnica de batuta trazando la arquitectura con absoluta solidez, equilibrando planos aun en los momentos más decibélicos –que en esta obra son tremendos– y aportando esa visión dramática, escarpada y sincera que entonces tenía de la música. Ahora bien, el maestro todavía se autoexigía una apreciable sobriedad en lo que a hedonismo sonoro se refiere y no se desenvolvía del todo bien con el color propio del repertorio francés; por eso mismo en el Poco adagio, concentrado y bellísimo, y quizá también en algunas frases del –por lo demás, portentoso– movimiento que le antecede, se echa de menos esa dosis de sensualidad carnal que sí han conseguido otros directores más idiomáticos. La segunda mitad de la obra, con un Barenboim inflamadísimo pero siempre con los medios bajo control, es toda ella excepcional: pocas veces o nunca se habrá escuchado semejante grado de “espectáculo sonoro” con tanta grandeza interna pero sin ápice de retórica. El final es insuperable. Por si fuera poco, el órgano de la Catedral de Chartres, a cargo de un notable Gaston Litaize, se encuentra magníficamente acoplado por los ingenieros de sonido. Si la toma sonora en CD era magnífica, en HD audio resulta sensacional, impactando con unos graves poderosísimos. Más aún en Dolby Atmos. (9)



10. Ormandy/Orquesta de Philadelfia (Telarc, 1980). Ochenta años tenía ya el mítico director de origen húngaro cuando fue el encargado de realizar la primera grabación digital de la Sinfonía con órgano. No funcionaron las cosas demasiado bien, al menos en una primera parte un tanto flácida y desganada, amén de alicorta en contrastes y aliento dramático. En la segunda el nivel sube de manera considerable, gracia sobre todo a la suntuosa sonoridad –cálida, poderosa, empastadísima, redonda y brillante al mismo tiempo– de su orquesta, en cuyas posibilidades se recrea buscando descaradamente, y con evidentes excesos, la mayor espectacularidad posible. (7)



11. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1982). Si Barenboim es fiel a sí mismo, no lo es menos Karajan en esta realización fundamentalmente hedonista que llega a un muy atractivo punto de equilibrio entre las brumas germánicas y la sensualidad francesa, con sonoridades mórbidas, aterciopeladas y bellas a más no poder, pero también con cierta tendencia a la superficialidad. Al primer movimiento le falta fuerza y dramatismo, y el segundo resulta en exceso contemplativo. Fabuloso el final, donde Pierre Cochereu extrae del órgano de Notre-Dame de París unos registros arcaizantes de gran atractivo. La gama dinámica es muy amplia. (8)



12. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1982). Cierto es que al primer movimiento le falta un poco de gancho, que el segundo comienza algo frío, que el tercero resulta no solo muy aéreo sino también algo más rápido de la cuenta, y que al final le faltan grandeza e impacto dramático, pero en conjunto esta interpretación es irreprochable por la excelente línea francesa que sabe seguir –refinada y ligera en el buen sentido–, por lo magníficamente expuesta que está, por el buen pulso global, por su exquisita sensibilidad para el timbre y, en definitiva, por su mezcla de convicción, idioma y buen gusto que la presiden. La toma sonora es, además, de una considerable calidad, aunque al órgano de Peter Hurford, en el que se oyen cosas nuevas, se le concede quizá excesiva preeminencia. (8) 



13. Barenboim/Sinfónica de Chicago (YouTube, 1983). Esta toma radiofónica nos permite reencontrarnos con Barenboim y Chicago siete años después de su registro oficial, que sonaba muchísimo mejor, aunque aquí el órgano, con David Shrader a su cargo, está lógicamente en la sala. Las cosas no han cambiado mucho: el primer movimiento ha perdido un poco de la tensión sonora, el carácter apremiante y la tensión dramática de entonces, y el segundo ha ganado, quizá, un poco de emotividad. Los dos últimos, llenos de fuerza, siguen siendo sensacionales. (9)


14. De Waart/Sinfónica de San Francisco (Philips, 1984). Interpretación solvente pero poco inspirada, sin mucha electricidad ni poesía, y sí algo blanda. Lo mejor es un decidido tercer movimiento. La orquesta no es gran cosa. El órgano de Jean Guillou pasa sin pena ni gloria. A olvidar. (7)

 

15. Ozawa/Orquesta Nacional de Francia (EMI, 1985). El maestro oriental se mostró siempre muy afín a las maneras “francesas” de interpretar la música, pero a veces se pasó de la raya. Es el caso: aquí confunde sensualidad con excesiva ensoñación, morbidez con blandura, elegancia con falta de carácter, aunque no vamos a negar que su dilatadísimo Poco Adagio (10’) rebosa belleza en lo puramente formal. En el último movimiento, unos cuantos excesos terminan de estropear la interpretación. Tampoco la toma está a la altura, en buena medida por la problemática acústica de la Salle Wagram. El órgano, como en la versión de Barenboim, es el de la Catedral de Chartres, en este caso con Philippe Lefèvre. (6)

16. Levine/Filarmónica de Berlín (DG, 1987). Luce aquí mejor la Berliner Philharmoniker que en la interpretación del propio Karajan para el mismo sello, no solo por una toma sonora más conseguida –sobre todo por el equilibrio con el órgano– , sino también porque el tantas veces mediocre Levine logra compaginar “densidad germánica” con una enorme agilidad y una gran dosis de brillantez marca de la casa, para conseguir, en el que es uno de sus mejores registros sinfónicos, una interpretación de excelente pulso, considerable temperamento dramático, asombrosa claridad y calurosa –pero siempre controlada– extroversión en los momentos más jubilosos. Lástima que en el Poco adagio, muy hermoso y bien paladeado, se escapen detalles más empalagosos de la cuenta. (9)


17. Jansons/Filarmónica de Oslo (EMI, 1994). El maestro estonio arranca la obra de manera satisfactoria, con los dos lánguidos "suspiros" muy conseguidos, para después ir desgranando el Allegro moderato sin prisas y con convicción. Lento y muy lírico el Poco adagio, maravillosamente desgranado y de embriagadora belleza, aunque demasiado contemplativo y carente de la adecuada desazón. El Scherzo pone en evidencia las relativas limitaciones tanto de la orquesta como de su director, no del todo preocupado por la depuración sonora. El Maestoso conclusivo presenta el tema principal antes con ensimismamiento que con emotividad, para después ofrecer más ampulosidad que grandeza; muy excesivo el calderón final. Nada menos que frente al órgano de la Abadía de Saint-Ouen en de Rouen, de sonoridad arcaizante, Wayne Marshall cobra una presencia muy excesiva, en parte por culpa de una toma bastante desequilibrada. Tampoco es que los ingenieros de EMI captaran del todo bien a la orquesta. (7)


18. Mehta/Filarmónica de Berlín (Teldec, 1995). Veinticinco años después de su registro en Los Ángeles, el maestro indio vuelve a la carga con la misma dosis de entusiasmo y brillantez que en la ocasión anterior, pero paladeando menos la música (el segundo movimiento pasa de 9’33’’’ a 8’31’’) y quedándose muy corto en sensualidad y poesía. La orquesta, obviamente, es muy superior. La toma sonora, algo metálica, posee una gama dinámica muy amplia y recoge de manera formidable el trabajo al órgano de Daniel Chorzempa. (7)

 

19. Eschenbach/Orquesta de Philadephia (Ondine, 2006). Con Olivier Latry inaugurando el órgano de la sala de la fabulosa formación norteamericana, Eschenbach ofrece una interpretación muy bien dicha pero no del todo convincente. El primer movimiento, más que correcto, requiere mayor garra y tensión interna. El segundo está muy bien paladeado, pero la lentitud termina haciéndolo moroso. Busca el contraste con el tercero, que termina siendo precipitado y en exceso nervioso. Bien sin más el cuarto, volcado claramente hacia un espectacularidad particularmente evidente si se reproduce la capa SACD. (7)

20. Chung/Filarmónica de Radio Francia (YouTube, Proms 2008). Interpretación tópicamente francesa en la que son admirable el sentido del color, el refinamiento y la morbidez del fraseo, al menos en el segundo movimiento, pero en la que hay que reprochar seriamente la tendencia a ofrecer sonoridades relamidas y a dejar de lado la tensión sonora, la garra y el dramatismo. Magnífico de nuevo Latry. (7)

 

21. Mehta/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2015). Esta interpretación es bien diferente de la que ofrecieron idénticos intérpretes en la misma sala veinte años atrás. Felizmente, desaparece el nerviosismo por parte de la batuta para dar paso a un fraseo más lento y sensual que paladea los pentagramas con bastante más poesía, al tiempo que se atiende de manera más satisfactoria al análisis de los planos sonoros. El tercer movimiento, beneficiado de una orquesta que está todavía mejor que antes y de una batuta virtuosística como pocas, es un prodigio. El cuarto rebosa grandeza y brillantez sin quedarse en el mero espectáculo. La toma sonora, sin poseer la gama dinámica de la de Teldec, está ahora globalmente más lograda. A la postre, una de las versiones más recomendables de esta partitura. (9)


22. Pappano/Orquesta de la Academia de Santa Cecilia (Warner, 2016). Siempre comunicativo y brillante en el mejor de los sentidos, el maestro londinense ofrece un primer movimiento lleno de fuerza, muy sincero y rico en matices expresivos a pesar de que la batuta atiende al trazo global antes que al detalle. Muy hermoso el Poco adagio, quizá no el más emotivo posible, pero certero al alcanzar el punto justo de equilibrio entre lo sensual y lo agridulce sin que haya escoramiento hacia la blandura; impresionante la manera de desvelar los pizzicati de la cuerda generalmente desapercibidos. Rápido, efervescente y lleno de nervio el Scherzo, mas no por ello excesivamente aéreo, ni menos aún trivial: la tensión dramática se masca en cada momento. Solo notable el Finale: la primera exposición del tema lírico no está del todo conseguido ni globalmente se alcanza la fuerza visionaria de las más grandes versiones, entre otras cosas porque la orquesta se queda algo corta. La toma resulta algo áspera y evidencia en exceso su procedencia del vivo. En Dolby Atmos sí que suena muy bien, y con aplausos por los canales traseros. (8)

5 comentarios:

Julio César Celedón dijo...

Yo me quedo con la de Barenboim y Karajan, aún tengo pendiente escuchar la de Levine.

bruckner13 dijo...

Deberías escuchar otra grabación, la de Claus Peter Flor. Está en Tidal.

Arturo Hernandez dijo...

He escuchado varias versiones de esta Obra modernista en todo sentido y sigo prefiriendo por mucho la de Baremboim con los Chicago Boys, es insuperable

Jeroni dijo...

Hay una grabación que se considera excepcional: Peter Hurford, Orquesta Simfónica de Montreal, Charles Dutoit. La críticas que he escuchado son magníficas. ¿La conoces?.... Si és así, ¿puedes valorarla?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pero si está comentada en mi texto...

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