viernes, 10 de junio de 2022

Don Juan de Strauss, discografía comparada

ACTUALIZACIÓN

Esta entrada se publicó inicialmente el 3 de febrero de 2016. Se remodela el comentario a la interpretación de Böhm de 1958 y se añaden reseñas de las dos de Abbado, la de Fürwangler en estudio, la de Marc Albrecht, la de Masur en Nueva York y la última de Nelsons.

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Estrenada en Weimar en noviembre de 1889, Don Juan no solo fue el primer gran éxito del entonces jovencísimo Richard Strauss, sino que se ha convertido por derecho propio en una de los grandes poemas sinfónicos de todo el repertorio. Sus registros fonográficos son innumerables, y por ello en este repaso, aunque no precisamente breve, serán muchos nombres destacados que queden fuera. Aun así, tengo la esperanza de que este pequeño juego resulte de utilidad para los lectores a la hora de acercase a la discografía, como también a la hora de reconocer el modus operandi de algunas destacadas batutas.

Dos conclusiones generales: el nivel medio es francamente bueno, y la precipitación derivada de la excesiva incandescencia suele ser el error habitual en el que caen buena parte de las interpretaciones. Adelanto que la de Solti/Chicago es la que más me gusta de todas, aunque no la única que me parece de primerísima categoría.



1. Mengelberg/Orquesta del Concertgebouw (Pearl, 1938). El maestro que recibiera en su momento la dedicatoria de Vida de Héroe parece en principio una batuta ideal para el universo straussiano, y de hecho deja bien claro su olfato evitando precipitarse –los tempi no son tan rápidos como se acostumbraba en aquellos años– y ofreciendo detalles que evidencian personalidad, incluyendo esos célebres portamentos que hoy suenan fuera de tiesto, pero lo cierto es que junto a momentos francamente buenos la poesía no termina de brotar, sobre todo en una escena de amor más bien insulsa y lastrada por un oboe de sonido desagradable que parece ir a su aire. Tampoco la claridad y el equilibrio de planos son los deseables –algunos instrumentos quedan inadecuadamente en primer término–, aunque ahí hay que contar con las limitaciones de una toma sonora que, aun siendo de estudio y estando bien tratada por Mark Obert-Thorn para la reedición por el sello Pearl, evidencia su larga edad. (7)



2. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (varios sellos, 1942). La primera de las ocho grabaciones que se conservan de Furt –solo una de ellas en estudio– se realiza en plena Guerra Mundial, reflejando las maneras del genial director en aquella etapa: interpretación encendida a más no poder, altamente teatral, demoledora por su sinceridad, muy arriesgada –larguísimo el silencio antes de la disolución final–, brillantísima al tiempo que sin retórica alguna, pero con frecuencia precipitada, hasta el punto de bordear el descontrol. La escena amorosa central, como era de esperar, ofrece un atractivo regusto amargo. (8) 


3. Richard Strauss/Philharmonia Orchestra (Testament, 1947).  Esta toma recientemente rescatada, a la que le faltan demasiados compases, procede de las últimas apariciones en público del propio compositor dirigiendo su música. Su deficiente sonido apenas deja entrever una interpretación sincera, musical, paladeada sin precipitaciones y –obviamente– por completo idiomática, además de tocada con un nivel técnico superior a la media de la época (¡bendita Philharmonia!), pero un tanto lineal y no muy inspirada. Decididamente, el compositor no es el mejor intérprete de sí mismo. (7) 



4. Krauss/Filarmónica de Viena (Testament, 1950). Por mucho que la orquesta muestre una muy bella y adecuada sonoridad, esta es una versión muy desequilibrada, prodigiosa en los momentos épicos pero superficial y sin voluptuosidad los líricos, dichos deprisa y de pasada. En fin, tampoco es el director favorito del compositor quien mejor acierta a revelar lo inspirado de su escritura. Un mito a revisar. (6) 

 

5. Furtwängler/Filarmónica de Viena (EMI, 1954). Warner recupera a 192 kHz la toma que EMI realizó en estudio –Musikverein vienés sin público– meses antes de su fallecimiento, y por tanto en ese momento de plena madurez en su carrera que le permite encontrar definitivamente el equilibrio adecuado entre brillantez sonora, garra dramática, ardor viril, concentración meditativa y sensualidad en el fraseo, todo ello haciendo gala de la sinceridad expresiva y de la fuerza comunicativa que siempre caracterizaron al maestro. Se podrá echar de menos un punto más de fuerza visionaria en algunos pasajes, como también una dosis extra de elevación poética, pero el acercamiento es ya ejemplar. (9)

 


 
6. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (Audite, 1954). En su último testimonio fonográfico, muy bien remasterizado por Audite a partir de las cintas originales de la RIAS –nada que ver con el bodrio del sello Virtuoso, que además estaba erróneamente datado en 1953–, Furt corrobora lla madurez de su acercamiento a la partitura. Otra cosa es que, con la misma orquesta, su odiado Karajan añada a todo esto en el futuro una dosis mayor de refinamiento y magia sonora. (9)



7. Reiner/Sinfónica de Chicago (RCA, 1954). Sorprende esta interpretación por ser menos vistosa y encendida de lo esperable en Reiner, decidido a interesarse por los aspectos amorosos de la página y a ofrecer unas texturas mórbidas y aterciopeladas de enorme atractivo. Por desgracia, el maestro no alcanza aquí la deseable concentración: la primera mitad de la obra resulta algo rápida y superficial, mejorando bastante en la segunda. A la postre, se queda a medio camino. (8)



8. Klemperer/Sinfónica de la Radio de Colonia (Medici Arts, 1956). A mediados de los cincuenta todavía estaba en proceso de formación ese director genial que será Klemperer en la década siguiente, y por eso no es fácil detectar su poderosa personalidad, salvo en su humor amargo y proverbial renuncia a la ensoñación poética, en esta en cualquier caso encendida, desafiante y dramática recreación. Bastante rápida (16’09’’), por cierto, y no solo para tratarse del maestro que se trata. La toma sonora, monofónica y de origen radiofónico, es aceptable. (8)



9. Szell/Orquesta de Cleveland (Sony, 1957). Hay extroversión, electricidad, incandescencia y sentido teatral a tope en esta recreación rápida, directa y muy incisiva, de claridad admirable y una chispa no poco sarcástica que le sienta muy bien a la obra. Por desgracia, el maestro incurre en la rigidez, la sequedad y la precipitación, resultando incapaz de aportar la voluptousidad, el sentido sensual y la variedad expresiva que demanda la partitura. Ni siquiera en la gran escena de amor central, donde remansa el tempo de manera considerable, logra destilar las imprescindibles esencias poéticas. La toma sonora es notable para la fecha, al menos en SACD. (7)


10. Böhm/Filarmónica de Berlín (DG, 1958). He aquí por parte de Böhm una muestra indudable de pleno dominio del idioma, de control de la orquesta sin concesión alguna al mero hedonismo y de fogosidad perfectamente controlada, en cualquier caso atendiendo más a los aspectos épicos y fogosos del héroe que a los más líricos. Quizá resulta un punto seca, no todo lo carnal y voluptuosa que podía haber sido, aunque es cierto que la impresión poede deberse a una toma sonora. con poca carne. sea como fuere, en interpetaciones posteriores del propio Böhm, menos ardientes pero más amorosas que la presente –la sección central no es tan poética como en las interpretaciones de Viena más adelante comentadas– se invertirán los términos. A la coda, por cierto, le podría sacar más partido. (9)


11. Celibidache/Orquesta de la Radio de Colonia (Orfeo, 1958). Tan solo dos años después de la interpretación de la misma orquesta con Klemperer –capturada con excesiva lejanía en esta discreta toma del 5 de octubre de 1958–,  y únicamente limitado por la naturaleza de la referida formación, un Celibidache que es ya perfecto dominador de los recursos directoriales –impresionante la plasticidad con la que maneja a la agrupación renana– supera sensiblemente al veterano maestro de Breslau ofreciendo una lectura de inspiración excelsa: elocuente, cálida y de fogosidad bien controlada, perfecta en lo que al equilibrio entre carácter épico, sensualidad y dramatismo se refiere –ya está aquí la impresionante pausa antes de la coda que mantendrá hasta el final de su carrera– y de un trazo no por firme menos flexible y natural en el canto de las melodías. En cualquier caso, y aunque deja ya claro que es uno de los grandes recreadores de la página, Celi aunque aún tendrá en el futuro que decir más cosas sobre el asunto. (9) 



12. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1960). Solo han pasado cuatro años desde su toma radiofónica en Colonia, pero aquí Klemperer ya es claramente Klemperer. Quiero decir, el Klemperer genial e incomparable de su última etapa, sin prisas en los tempi (17’15’’ frente a los 16’09’’ de entonces) pero de una fuerza arrolladora; majestuoso en el fraseo aun ofreciendo su característica sobriedad marmórea; analítico hasta extremos impensables –se revelan muchísimos detalles que pasan desapercibidos en la mayoría de las interperetaciones– sin que la minuciosidad le haga perder el absoluto rigor de una arquitectura global delineada con mano maestra; rico e incisivo en el timbre; virtuosístico a más no poder y brillante en el mejor de los sentidos, aun siempre ajeno al exhibicionismo y al preciosismo banal; y amargo, doliente y desesperanzado en grado superlativo, de tal modo que las escenas de amor suenan con un registo muy agridulce –nada de ensoñaciones poéticas–, las festivas lo hacen con no poco sarcasmo y las épicas marcadas por el pesimismo que no busca sino la autoaniquilación. Demasiado radical, en cualquier caso, como para ponerle la máxima nota. La Philarmonia, increíble. Lástima que la toma sonora no sea ninguna maravilla. (9) 



13. Reiner/Sinfónica de Chicago (RCA, 1960). Haciendo un verdadero derroche de adrenalina y virtuosismo, ahora sí que el maestro de Budapest y la formidable orquesta norteamericana ofrecen la lectura en ellos esperable, fogosa a más no poder, llena de sentido teatral, colorista en el mejor sentido –la tímbrica es rica y adecuadamente incisiva– y siempre de una enorme inmediatez expresiva. El problema, por desgracia, es el mismo de seis años atrás: aunque no deja de paladear con sosiego los momentos amorosos, con frecuencia Reiner se precipita, frasea con rigidez y no es capaz de combinar la formidable electricidad que sale de su batuta con una buena dosis de esa sensualidad voluptuosa que también demandan los pentagramas. Tanto ardor juvenil, a la postre, termina eclipsando los aspectos más introvertidos de esta música. La toma sonora es de calidad, pero posee un punto de estridencia que llega a molestar. (8) 



14. Karajan/Filarmónica de Viena (Decca, 1960). Esta grabación se sitúa en el punto de inflexión entres las dos maneras de hacer de Kajaran, una primera etapa no muy personal, un tanto rígida, que en cierto modo se inserta en la línea marcada por un Toscanini, y una segunda en la que se desarrollan la flexibilidad y los aspectos hedonistas de la música hasta alcanzar grande cumbres de refinamiento, aunque a veces también de narcisismo. Se entiende de este modo que el brillo, el colorido y el idioma están asegurados en esta fosa y muy notable lectura, pero que en comparación consigo mismo Karajan resulte un todavía un tanto juvenil, por no decir un pelín nervioso, necesitando mayor concentración para paladear mejor los temas líricos y conseguir toda la magia sonora que la obra demanda. Buen sonido en el SACD que he manejado. (8)



15. Maazel/Filarmónica de Viena (Decca, 1964). Es esta una versión juvenil para lo bueno y para lo malo: impetuosa, vibrante, de rico sentido del color, pero bastante precipitada y dicha un tanto de pasada. Solo en la escena de amor el joven Maazel se remansa adecuadamente, aun así lejos de alcanzar la sensualidad de sus recreaciones posteriores. La toma sonora no es gran cosa. (7) 



16. Kempe/Royal Philharmonic (Chesky, 1964). El maestro de Dresde se mete en cuerpo y alma en la piel del seductor y ofrece, admirablemente secundado por la espléndida toma sonora de K. E. Wilkinson, una interpretación fresca, juvenil y ardiente a más no poder, trazada con vivacidad, riquísimo sentido del color, elevado carácter narrativo y gran sensibilidad para las texturas. Ahora bien, semejante incandescencia debería haber sido controlada por un mayor poso reflexivo, porque algunos pasajes –al principio y al final, fundamentalmente– resultan un poco más nerviosos de la cuenta, por momentos atropellados. En cualquier caso, la aproximación es brillante y comunicativa de principio a fin, amén de por completo idiomática, y se encuentra admirablemente puesta en sonido por una orquesta en plena forma. (8) 



17. Solti/Covent Garden (DVD Ica Classics, 1967). Aunque ya se apunta la flexibilidad del Solti de los setenta y ochenta, sobre todo en la sección lírica central, todavía en esta fogosísima, incisiva, teatral y rutilante recreación el exceso de fuego hace que el maestro se precipite un tanto y no deje respirar a la música cuando debe, resultando un punto cuadriculado. La orquesta evidencia limitaciones. Si sumamos a todo esto que la toma de sonido discreta, queda claro que es una filmación ane todo para coleccionistas. (8) 


 
18. Klemperer/Filarmónica de Viena (Testament, 1968). Esta vez en concierto, el de Breslau vuelve a hacer de las suyas con una interpretación muy personal, nada chispeante y poco elegante, más bien sombría, llena de fuerza interior y de una sonoridad rotunda y poderosa, mas no opulenta. A destacar la sonoridad amarga de las maderas, que no deja de recordar a las de la su propia Philharmonia Orchestra. Verdadero milagro tratándose nada menos que de la Wiener Philharmoniker. (9)



19. Celibidache/Radio Sueca (DG, 1970). Nuevo acierto de Celi con esta encendida y juvenil versión, llena de voluptuosidad, que alcanza las más altas cotas de belleza en el tema de amor de la sección central  –regusto amargo muy interesante, como hacen otros maestros–, pero que también consigue momentos extraordinariamente encendidos, como el clímax antes de la disolución final; esta es más bien lenta, aunque no particularmente siniestra. Si no fuera por la mediocridad de la orquesta, sería una interpretación de primerísimo rango. (9)



20. Kempe/Staatspakelle de Dresde (EMI, 1970). Como en su registro seis años anterior, frescura, fogosidad, colorido y brillantez bien entendida son las señas de una intepretación plena de idioma, elocuente a más no poder, pero también algo lineal, no del todo imaginativa y en exceso incandescente, hasta el punto de que algunos momentos resultan desaprovechados. Por ejemplo, el clímax final y la siniestra coda, dichos un tanto de pasada. (8)



21. Böhm/Filarmónica de Viena (DVD Euroarts, 1970). Interpretación de altísimo nivel, perfecta en el idioma y en la misma línea de su grabación con Berlín para DG, es decir, ardiente pero controlada al mismo tiempo, colorista sin caer en el hedonismo, viril y por completo ajena a narcisismos, aunque ahora algo menos lograda en las secciones épicas para centrarse más bien, aun sin redondearlas del todo, en las líricas. La toma sonora es monofónica y parece no recoger bien el timbre de los solos de violín y clarinete. Impagables los ensayos. (9) 



22. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1972). Doce años después de su registro en Viena, y ahora ofreciendo un fraseo menos nervioso y más aquilatado, el maestro que seguramente ha sido el mayor de los directores straussianos se encuentra en plena madurez y logra finalmente ofrecer una lectura a la altura de su talento en la que se consigue el pleno equilibrio entre los aspectos épicos, los amorosos y los dramáticos de la página derrochando colorido y entusiasmo con mayor control e imaginación que antes. Aun así, Karajan todavía tendrá que decir su última palabra. (9)


 
23. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1973). Ya en plenitud de facultades como director, es decir, más flexible, menos nervioso y más concentrado a la hora de paladear los pasajes líricos que en su filmación con el Covent Garden, Solti nos ofrece una recreación de auténtica referencia marcada por su electricidad, su brillantez incisiva –nada de opulencia de cara a la galería– y, sobre todo, su altísima temperatura dramática. Todo aquí se desarrolla con un ardor que abrasa –siempre controlado mediante una planificación perfecta–, con una vehemencia desesperada que, pasando por una sección de amor central que mezcla sabiamente erotismo y amargor, conduce al protagonista a una carrera autodestructiva que termina inevitablemente en la aniquilación total: los compases finales, secos y tajantes, no pueden resultar más significativos. Ni que decir tiene que la Sinfónica de Chicago, trabajada siempre con trazo fino desde el podio, responde a las tremendas demandas de la batuta con virtuosismo supremo. Todavía hoy sigue siendo la versión de referencia. (10) 



24. Celibidache/Radio de Stuttgart (DG, 1976). Algo más poético ahora pero no tan electrizante como con la Radio Sueca, el rumano vuelve a ofrecer una idiomática y sincera recreación en la que sobresale, como no podía ser menos, el tema de amor, si bien la transición al mismo es algo brusca y éste comienza de manera excesivamente ensimismada. La orquesta tampoco es ninguna maravilla. En conjunto, algo menos bien que antes. (8) 



25. Böhm/Filarmónica de Viena (WP Live, 1978). Si pusiéramos decimales, esta sería una interpretación para un nueve y medio, pues en ella el de Graz redondea su aproximación a la obra ofreciendo momentos épicos espléndidos –sin resultar especialmente visionarios– y ua escena de amor asombrosa, de un lirismo y una elevación poéticas inigualables. El final está particularmente conseguido. Lástima que el disco sea dificilísimo de encontrar. (9) 

 

 

26. Maazel/Orquesta de Cleveland (CBS, 1979?). El maestro ha madurado y ofrece por fin una versión elocuente, apasionada y plena de idioma a la que sólo le falta un poco más de magia e imaginación en determinados momentos clave no del todo paladeados –el final–, así como de carácter visionario, para ser excepcional. (8) 

 

 
27. Previn/Filarmónica de Viena (EMI, 1980). Aunque parezca un tópico, la mirada de Previn apunta hacia el Hollywood que él tan bien conocía. Este un Don Juan tan cinematográfico, esto es, abiertamente descriptivo, vitalista, extrovertido y directo, que se mueve muy a gusto entre la brillantez y la incisividad tímbricas, pero sin que esto signifique banalidad, decadentismo mal entendido o efectos de cara a la galería. Ahora bien, lo cierto es que se detectan algunas irregularidades en lo que a la inspiración de la batuta se refiere; el fraseo, siendo natural y flexible, no termina de ser todo lo poético e imaginativo que debiera, y frente a una escena de amor muy bien paladeada, o una enorme inflamación en los pasajes épicos que vienen inmediatamente detrás de la misma, hay momentos en que se echa de menos el nivel de los más grandes recreadores de la página. La impresión, en parte, se puede deber a una toma sonora un punto seca y plana, como era habitual en la EMI de la época, no terminando de recoger la singular belleza tímbrica de la formidable orquesta. (8) 



 
28. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1983). Karajan llega a su propia cima interpretativa con una versión brillantísima y elocuente a más no poder, tocada de manera inmejorable –minuciosa hasta el menor detalle sin perder el sentido de la arquitectura– y con la mayor belleza sonora posible, amén sde con un colorido de enorme riqueza. Es además sincera en lo expresivo, encontrándose trazada con energía en los momentos épicos pero también con el más sentido lirismo en los amorosos, destilando una sensualidad altísima y consiguiendo en su punto justo ese sentido de lo decadente que no le viene nada mal a esta musica. Modélica, pues dentro de lo que podríamos denominar "ortodoxia straussiana", y por ende complementaria a las visiones de un Klemperer y un Solti. (10) 


29. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1983). Una toma de sonido metálica y sin espacialidad hace parecer aún más floja de lo que es a esta lectura por momentos muy incandescente, pero también un tanto lineal, muy volcada en los grandes contrastes dinámicos y poco preocupada por la sensualidad, la voluptuosidad y la magia poética que esta música necesita. Incluso parece un tanto ajena al idioma de Strauss. (7)


 
30. Karajan/Filarmónica de Berlín (DVD Sony, 1984). Filmada en Osaka, esta es una interpretación muy parecida a la de estudio del año anterior, brillante y con el decadentismo y la retórica adecuados, de rico colorido y enorme elocuencia, aunque con una sección lírica central quizá no tan concentrada y mágica, y con algún desajuste. Además, se encuentra peor grabada. (9) 



31. Muti/Filarmónica de Berlín (Philips, 1989). La orquesta que todavía –pocos meses le quedaba a su frente– era de Karajan volvió a demostrar su absoluta idoneidad para el repertorio straussiano, esta vez bajo la batuta de un Muti menos refinado y hedonista que el salzburgués, pero no menos poderoso, vibrante y dominador, sin que por ello se descuiden el trazo global, soberbio, ni se dejen de cantar las melodías de manera exquisita. Se echan de menos, eso sí, el carácter visionario de un Furtwaengler, la sensualidad amorosa de un Celibidache, el sentido teatral de un Solti… y la magia sonora del citado Karajan, claro está. (8)



32. Celibidache/Filarmónica de Múnich (Artist, 1989). De un concierto ofrecido en Chicago el 16 de abril de 1989 procede esta toma de muy mediocre sonido –la distorsión llega a resultar insoportable– en la que Celibidache ha remansado el ardor de sus registros de los años setenta y, al frente de una orquesta superior a la que tuvo en las anteriores ocasiones, a la que modela con pinceles finísimos, y haciendo gala de una asombrosa sensibilidad para las texturas, construye una interpretación dicha con grandeza, fuerza muy bien controlada y una muy especial sensualidad amorosa en la escena de amor central, que cada vez concibe de manera más platónica y ensimismada. Amargor y desesperación quedan relegados frente a los aspectos más espirituales de la partitura. (9)

 

 

33. Blomstedt/Sinfónica de San Francisco (Decca, 1989). Ciertamente defraudan los primeros minutos de la obra, tan fogosos que el fraseo resulta en exceso nervioso y falto de cantabilidad. Tras la primera escena de amor, muy bien paladeada aunque no del todo emotiva, el maestro se va centrando y acierta a ofrecer una recreación teatral y vibrante, rica en el sentido del color y muy acertada a la hora de evocar el espíritu de la pieza. Lástima que la disolución final no esté del todo aprovechada. Espléndida la ingeniería. (8)


34. Sinopoli/Staatskapelle Dresden (DG, 1991). Al frente de una orquesta ideal y bien ayudado por una soberbia toma sonora, Sinopoli ofrece una lectura personalísima y llena de genialidad, más oscura de lo habitual –lacerante violín solista–, aunque no menos vistosa y comunicativa. El sentido del timbre y de las texturas se encuentra desarrolladísimo, mientras que el fraseo, algo nervioso, nunca pierde el sentido de la arquitectura global. La disolución final suena especialmente siniestra. Imprescindible. (10)


 35. Barenboim/Sinfónica de Chicago (Erato, 1991). Pocas interpretaciones podrán encontrarse tan incandescentes, impetuosas y brillantes como esta, dirigida por un Barenboim que resalta el lado más juvenil e impetuoso del personaje ofreciendo una brillantez sin rastro de retórica y exigiendo, con su inflamadísimos tempi, auténticas locuras a una orquesta que es capaz de dar todo lo que pide y más. Eso sí, con tanto ardor amatorio hay algún pasaje –última sección épica– algo precipitado, mientras que las escenas amorosas, expuestas con la adecuada concentración, no alcanzan el grado de sensualidad y plasticidad sonora que el propio Barenboim, haciendo gala de un concepto más rico y de mayor olfato para las texturas, ofrecerá años más tarde con la Filarmónica de Berlín. (9) 


36. Abbado/Filarmónica de Berlín (Sony, 1992). La toma de este concierto de San Silvestre dista de ser óptima, pero es mejor que la de nueve años atrás y sí permite disfrutar de la recreación de un Abbado nuevamente más vistoso, brillante y encendido que atento a la claridad, imaginativo o poético, pero que no obstante se encuentra ahora frente a una orquesta ideal para la partitura y es capaz de alcanzar enorme inspiración en toda la secuencia heroica antes de la disolución final. (8)

 

37. Masur/Filarmónica de Nueva York (Teldec, 1998). El veterano maestro alemán confirma su condición de antes artesano que artista con una lectura muy bien trazada, encendida, teatral o bien paladeada en lo melódico cuando corresponde, pero un bastante ajena al refinamiento, la voluptuosidad y la magia poética que Strauss demanda, amen de un tanto lineal y falta de matices. La indiferencia con que Masur expone los últimos compases resulta alarmante. La toma en vivo es digna sin más. (7)

 

38. Maazel/Filarmónica de Nueva York (DG, 2005). El resultado es aquí todo lo idiomático y solvente que es de esperar en Maazel, pero como parece lógico en un maestro ya anciano, antes que la parte épica sobresale ahora la más sensual: la escena de amor, paladeada hasta el límite, resulta verdaderamente sublime. El final no es especialmente dramático ni visionario, aunque el pizzicatto desila un curioso humor negro. (9)


39. Marc Albrecht/Filarmónica de Estrasburgo (Pentatone, 2007). El trabajo técnico de la batuta es nuevamente formidable a la hora de revelar la increíble escritura de don Ricardo, pero los resultados son irregulares. A la primera escena amorosa, a la que se llega con cierta precipitación, le faltan claramente sensualidad y magia poética. En la segunda y más importante de ella, sin embargo, el planteamiento es interesante: voluptuosidad straussiana hay poca, mas el amargor que desprende la secuencia –muy desolado el solo de oboe– explica muy bien el ardor desesperado de todo el tercio final, en absoluto épico sino claramente autodestructivo. (8)

 

 

40. Luisi/Staatakapelle de Dresde (Sony, 2008). Esta visión eminentemente juvenil y apasionada, llena de vida y color, por desgracia no logra controlar su propio temperamento y termina resultando algo nerviosa, dejando de paladear la partitura con el sosiego que merece –sobre todo en la sección inicial– y cayendo por momentos en la precipitación. Se echa de menos calidez en la sección amorosa y misterio en la coda final. Eso sí, la orquesta responde a las mil maravillas con un virtuosismo, una riqueza de colorido y una belleza sonora apabullantes. (8)




41. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2009).  No solo nos encontramos ante una lectura fogosa, sincera, rica en matices y magníficamente controlada que sobresale por el tierno y –al mismo tiempo– doliente lirismo de la sección central, sino que además sabe ser épica sin caer en lo hinchado y ofrece una enorme carga de voluptuosa sensualidad en el fraseo y en la plasticidad con que se trata a la orquesta berlinesa, aquí mucho más sólida en el empaste y más rica en colores, así como más musical y expresiva en las intervenciones solistas, que con los directores indicados. (10)



42. Neeme Järvi/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2010). Parece mentira que se pueda aburrir en una obra como esta, pero el director estonio casi lo consigue poniendo el piloto automático en todas las partes líricas de la página –no hay rastro de emotividad– y resultando sin duda vistoso, pero también bastorro, cuando no hinchado o fuera de lugar (¡esos timbales!) en los épicos. Menos mal que están la orquesta y sus formidables solistas para arreglar un poco las cosas. (7)



43. Nelsons/Ciudad de Birmingham (Orfeo, 2011). Nelsons deja bien clara su enorme estatura straussiana con una interpretación fogosísima pero muy bien controlada, vibrante y comunicativa, de colorido rico y adecuadamente incisivo, dicho en el punto justo entre brillantez y refinamiento yendo al grano sin perderse en hedonismos sonoros, que además sabe ofrecer ese regusto amargo que sin duda pide al obra; impresionante el peso del silencio antes del final. Solo se echa de menos una dosis mayor de erotismo y calidez en los pasajes amorosos. (9)



44. Jansons/Filarmónica de Viena (Blu-ray Euroarts, 2012). La perfección técnica y la bellísima sonoridad de la que quizá sea la orquesta más adecuada para esta obra son la mayor baza de esta interpretación dirigida por Jansons con su habitual solidez y profesionalidad, pero sin ese grado de inspiración extra que necesita para terminar de convencer. Se echan de menos un fraseo más voluptuoso, unas texturas más ricas en color, unos clímax más encendidos… Quizá sea por la falta de estímulo desde el podio por lo que los solistas no parecen todo lo efusivos que debieran. (8)




45. Dudamel/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2013). Este en un Don Juan adecuadamente fresco, cálido, elocuente y comunicativo, pero no se puede comparar con lo que un Böhm, un Karajan o un Barenboim han logrado con la misma orquesta, ni en tensión y carácter exultante ni en vuelo lírico –pese al sobresaliente oboe de Albrecht Mayer–, ni en refinamiento tímbrico. Ni siquiera en claridad. Y la manera de subrayar algunos pasajes de los metales no convence. (8)

 

46. Dudamel/Filarmónica de Berlín (DG, 2013). Edición paralela a la de la Digital Concert Hall, aunque no queda del todo claro si se trata de la misma toma. En cualquier caso, nos encontramos de nuevo ante una interpretación muy bien trazada, apreciable por su sensualidad y perfecto control de los medios, pero algo más suave de la cuenta, falta de la incisividad, del fuego y del sentido dramático que han alcanzado los grandes recreadores de la página, por lo hablar de esa especialísima magia sonora que aquí no termina de brotar. (8)

 

 

46. Nelsons/Orquesta del Gewandhaus de Leipzig (DG, 2021). Por increíble que parezca, el maestro letón ofrece en pocos años una interpretación diametralmente opuesta a la suya anterior. Todo el ardor juvenil de la recreación en Birmingham se ha transformado aquí en serenidad, elegancia magia poética, incluyendo esa dosis de sensualidad y de carácter amoroso que entonces se echaba en falta. El resultado es una interpretación otoñal, para lo bueno y para lo menos bueno: hay claridad, refinamiento, sentido del color y un enorme control de los medios, pero la tensión dramática, el descaro y la frescura que pide esta música no se hacen presente, hasta el punto de que a los clímax les falta tensión dramática. Incluso el final, aun adecuadamente amargo, parece un punto cabizbajo. (8)

6 comentarios:

Nemo dijo...

Muchas gracias por el repaso discográfico, que será una referencia para consultas futuras.

Tengo varias versiones de las que comentas (Krauss, Sinopoli, Furtwängler, Klemperer, Reiner, Celibidache) y en general coincido con tus valoraciones (aunque yo le daría una nota algo superior a la de Krauss, a pesar del sonido). No conozco la de Barenboim II, la de Solti o la última de Karajan, ni la de Böhm del 78, y trataré de conseguirlas.

Tengo otras dos que resultan cuando menos interesantes: Hans Knappertsbusch, en una grabación estéreo con la Orquesta de Conciertos del Conservatorio de París, publicada por Testament (1956), de sonido bueno, orquesta buena, y versión arrebatadora; y Leopold Stokowski, con la Stadium Symphony Orchestra of New York (vamos, la New York Philharmonic), también estéreo y publicada por Everest, muy colorista y vibrante.

toni vila dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
toni vila dijo...

Muchas gracias por su comparativa, siempre las releo cuando estoy escuchando a fondo una obra. Estos días he estado escuchando el Don Juan y quisiera preguntarle si conoce alguna manera de hacerse con la última de Böhm en el sello de la orquesta, que tiene todos los visos de ser imposible de hallar.
Muchas gracias!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¿La de 1978 que comento? Debo de tener el disco en algú lado, pero no sé dónde. Desde que volví de tierras jiennenses a Jerez, mi discoteca anda bastante desordenada. Tengo que buscarlo.

toni vila dijo...

A ésta misma me refería, Fernando. He buscado sin éxito este disco de Böhm en numerosos blogs (CLASSICAL PIPPO o bien laureateconductors) en que generosos aficionados publican discos fuera de catálogo e incluso tomas en vivo. De la misma serie también me he fijado que usted ha reseñado uno de Muti y otro de Barenboim. Quizá la única forma de encontrarlo sea en alguna tienda de Viena. Si alguna vez visito la ciudad aprovecharé la ocasión para dar un vistazo.
Muchas gracias.

Jose Antonio dijo...

Recientemente he descubierto otra grabación del Don Juan de Strauss dirigido por Rudolf Kempe, esta vez al frente de la London Symphony en 1954, y que en nada desmerece de las dos interpretaciones del maestro comentadas más arriba. Quizá el sonido no es tan nítido, pero lo suficientemente bueno para ser de aquella época. El registro fue efectuado por la BBC, en los Maida Vale Studios. El resto del programa incluía:
Prokofiev: Suite from The Love of Three Oranges.
Grieg: Piano Concerto, con Rudolf Firkusny.
Glinka: Overture to Ruslan and Ludmilla
Debussy: Prélude à l’après-midi d'un faune.
Otra joya del maestro Kempe al comienzo de su carrera internacional.

Semana Santa pasada por agua

En realidad, el problema no es tanto la lluvia –lloviznas intermitentes y no muy abundantes–, sino el terrible viento que nos azota. Aquí en...