martes, 10 de mayo de 2016

Los Preludios de Debussy por Zimerman y Aimard

Dos interpretaciones de los Préludes de Debussy en Deutsche Grammophon: la de Krystian Zimerman de 1991 y la de Pierre-Laurent Aimard de 2012. Ambas tienen en común su alejamiento de la ortodoxia impresionista, es decir, de ese colorido difuminado, de esa sensualidad y esa particular delicadeza que apreciamos, por ejemplo, en los registros de Arturo Benedetti Michelangeli –también en el sello amarillo: no hace mucho comenté el Libro II–, para adoptar los dos artistas un enfoque esencial, muy abstracto y hasta cierto punto distanciado, que subraya los aspectos más modernos de esta increíble música. Pero los resultados son muy diferentes.


Lo de Zimerman es asombroso, hasta el punto de que nos encontramos ante la que quizá sea la más grande aportación discográfica de su carrera. Su exhibición de virtuosismo parece no tener límites. Encontramos en su lectura una increíble variedad del sonido tanto en volumen como en colores. Enorme concentración, incluso cuando opta por tempi muy lentos. Capacidad para el estatismo, pero también para la agilidad, la teatralidad y hasta la emoción, aun dentro del distanciamiento antes referido: hasta despliega sentido del humor cuando debe. Hay también matices infinitos, a veces minúsculos, pero sin perder de vista nunca el discurso. Y arrebatadoras descargas eléctricas. Lo más asombroso de Zimerman, en cualquier caso, es cómo se atreve a acentuar las tensiones hasta alcanzar picos de enorme fuerza –el sonido, asimismo, ofrece notables aristas–, sin resultar por ello romántico, sino más bien subrayando lo que esta música tiene de visionario. Por si fuera poco, la toma de sonido es extraordinaria, redondeando un doble compacto absolutamente imprescindible.


Pierre-Laurent Aimard  posee, por su parte, esa profunda concentración en el fraseo y ese sentido del estatismo y del misterio que demandan estas fascinantes piezas. Hace gala asimismo de una muy apreciable agilidad digital y de una perfecta regulación del sonido, lo que le sirve para recrear esta música con tanta precisión como transparencia. Sin embargo, y en comparación con Krystian Zimerman, Aimard se queda corto en colorido –su lectura es más bien monócroma–, en riqueza de matices sonoros y, sobre todo, en atrevimiento a la hora de subrayar tensiones y marcar aristas, resultando en este sentido su lectura un tanto tímida, cuando no indiferente. La comparación resulta un tanto injusta, porque lo del polaco es algo fuera de serie, pero lo cierto es que el interesado en este repertorio hará bien en atender mucho antes a la referida interpretación, que además estaba mejor grabada que esta otra: ni siquiera escuchándola en HD esta toma está a la altura de la realizada veintiún años atrás.

1 comentario:

agustin dijo...

El pianista Zimerman me parece un artista fascinante. Como ya lo ha dicho ud. casi todo sobre él, poco puedo aportar.
Por ejemplo, que además es elegante, que transmite la belleza de la música de una manera portentosa, que verlo tocar es un espectáculo extraordinario.
Desde luego, las comparaciones son odiosas, pero es de lo mejor que yo he visto.
Saludos.

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