sábado, 6 de mayo de 2017

La inacabada de Schubert por Otto Klemperer

He escuchado de manera consecutiva tres interpretaciones –del total de nueve que tiene grabadas– a cargo de Otto Klemperer de la genial Sinfonía inacabada (¿o quizás incompleta?) de Franz Schubert: la oficial de 1963 con la Philharmonia en estudio (EMI), la de un concierto de 1966 con la Sinfónica de la Radio Bávara (también EMI, dentro de la colección "The Klemperer Legacy") y el registro asimismo en vivo con la Filarmónica de Viena de 1968 (editado primero por DG y más tarde por Testament).


La primera me ha parecido decepcionante. Un arranque particularmente nervioso ya nos pone sobreaviso de que esta va a ser una interpretación que tiene poco que ver con el Klemperer de aquellos años. Efectivamente: aun sin renunciar a su sonoridad granítica, con esas maderas tan peculiares de la Philharmonia moldeadas a su imagen y semejanza, y sin dejar tampoco a un lado a su particular lirismo amargo, el de Breslau propone una interpretación bastante rebelde y encrespada, muy dramática, no diré que descontrolada –eso es imposible en el maestro–, pero sí un tanto escasa de concentración, de poso filosófico, como también de esa particular elevación poética, a medio camino entre lo terrenal y lo espiritual, que esta música necesita. Por descontado, en el segundo movimiento hay mucho más de sentido trágico que de vuelo lírico, de sensualidad o de poesía.


En la Herkulessaal de Múnich –toma sonora altamente satisfactoria– el concepto es el mismo que el de su interpretación anterior, con sus virtudes e insuficiencias, pero ahora el maestro parece más sincero, más comunicativo, más suelto incluso, a lo que contribuye una orquesta –la de Kubelik– que no es tan extraordinaria como la Philharmonia, pero que suena menos monolítica, con más plasticidad, más flexible incluso. En definitiva, un Klemperer distinto a lo habitual, menos sobrio y rocoso, más inmediato, menos intelectual y más comunicativo, pero que aún tendrá que decir cosas muchas más interesantes sobre esta partitura.

 
Es justo lo que hará en Viena, a sus ochenta y tres añitos de edad. No sé si será por ponerse delante de ese prodigio de belleza sonora (¡qué increíbles e inconfundibles violonchelos!) o por el grado excepcional de madurez que alcanzó en esa etapa de su vida, pero lo cierto es que en esta recreación Klemperer sí que consigue, manteniendo alta la dosis de rebeldía y carga dramática de sus interpretaciones anteriores, controlar la tendencia al nerviosismo que tenían aquellas –el tempo del Andante con moto es ahora más deliberado: 12’05 frente a los 11’23 de la última ocasión– y alcanzar un prodigioso grado de concentración para paladear con infinita poesía las melodías schubertianas –eso sí, sin rastro de dulzura– y para alcanzar el grado de elevación poética que demandan los respectivos finales de los dos movimientos. La música parece venir del más allá, de la más honda filosofía, pero conmueve como pocas veces. Un milagro que, por desgracia, no posee una toma sonora del todo a la altura, y no solo por los abundantes ruidos del público de la Musikverein.


4 comentarios:

Nemo dijo...

Tengo la grabación oficial con la Philharmonia y el album de los conciertos en Viena del 68.

Coincido en todo, si bien la grabación de estudio tiene la ventaja de tener un muy buen sonido y una orquesta prodigiosa. La interpretación es un tanto seca y violenta en los metales, como ocurre con algunas grabaciones de Klemperer de principios de los 60. Pero la estructura está perfectamente mostrada y es una interpretación potente, con peso y relativamente original.

La de Viena siempre me encantó pero, como bien dices, siempre he notado que el sonido (estéreo) no era equiparable a una buena grabación de estudio de la época. Al final de la obra Klemperer decía "schön!". Klemperer tenía en altísima estima a la Filarmónica de Viena, lo que no es poca cosa viniendo del director titular de la Philharmonia. Con la Filarmónica de Berlín no había relación, por alguna mala experiencia del pasado (cuenta la leyenda) o por las malas artes de Karajan, quién sabe.

La Novena acompañaba a la Octava en un disco EMI con la orquesta londinense. También grabó la Quinta. La Novena es una gran interpretación, en su estilo cerebral, y me encanta.

Tu reseña me ha traído gratos recuerdos, y suelo ponerme a revisar mis grabaciones (y a conseguir otras) cada vez que leo una.

¡Gracias!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias a ti por tus siempre sabrosos comentarios. Ahora bien, tengo un jarro de agua fría para los dos: según la completísima discografía cuyo enlace copio abajo, quien exclama "schön" no es el propio Klemperer. Demasiado bonito para ser verdad.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

El enlace a la discografía de Klemperer, que se me olvidaba:

http://www.archiphon.de/arde/discologica/OK-Disco-composer-WU.pdf

Nemo dijo...

¡Mil gracias por ese archivo!

La verdad es que la anécdota quedaba demasiado redonda para ser cierta. ¡Klemperer extasiado!

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