domingo, 12 de noviembre de 2017

La Filarmónica de Málaga y Miguel Romea visitan El Puerto

Una gran noticia que el Festival de música española de Cádiz, que celebra este año su decimoquinta edición, vaya extendiendo sus actividades a otras localidades de zona, toda vez que la bahía gaditana no bascula en torno a la capital –ciudad muy bella, de poderosa personalidad y revestida de una singularísima importancia histórica, dicho sea de paso–, sino que reparte su peso a lo largo de una serie de núcleos de población nutridos y dinámicos que merecen una vida musical mucho más acorde con su peso específico. Ayer sábado El Puerto de Santa María recibía la visita de la Orquesta Filarmónica de Málaga, que traía un programa no exclusivamente hispano pero sí muy bien planteado: La procesión del Rocío de Joaquín Turina, la Suite española de Isaac Albéniz en orquestación de Frühbeck de Burgos y los Cuadros de una exposición de Mussorgsky en la genial realización de Ravel. Todo ello en un concierto celebrado en el Teatro Pedro Muñoz Seca, de buena acústica y visibilidad sospecho que limitada para quienes se sentaban en el patio de butacas. Dirigía Miguel Romea (web oficial).


No habiéndole escuchado con anterioridad, en este concierto el maestro madrileño me ha causado una muy positiva impresión. De hecho, creo poder afirmar que posee una técnica de primera fila. Romea frasea con enorme concentración, construye de manera irreprochable los entramados sonoros, atiende en todo momento a la claridad, matiza con enorme minuciosidad las dinámicas y manipula la agógica con tanta habilidad como sensatez, ofreciendo admirables transiciones y algún mágico rubato. Desde el plano expresivo no parece un director particularmente personal ni implicado, pero en la velada de anoche demostró un gusto exquisito y un absoluto alejamiento de cualquier tentación de cara a la galería, lo que no es precisamente poco en un repertorio que se presta mucho al desmadre.

Así las cosas, a La procesión del Rocíoaquí va una discografía comparada– le faltaron chispa y carácter festivo, pero a cambio se realizó un atractivo análisis de la escritura orquestal subrayando los paralelismos con el mundo impresionista y sus derivados –fue un acierto mirar de reojo a Respighi– y se cantaron las melodías con singular delectación. Y fue precisamente esa virtud, la cantabilidad, lo que convirtió en un verdadero placer la audición de la Suite española. A mi entender dirigió esta música mejor de como lo hacía el propio Frühbeck, pues aun careciendo de la garra y el salero del director burgalés, Romea mantuvo bajo control los excesos más o menos horterillas de la orquestación, en los que no se recreó en absoluto, y potenció de manera extraordinaria los valores melódicos de la creación albeniciana, de la que extrajo una poesía de altísimos vuelos haciendo uso de todo ese virtuosismo de batuta antes referido. Granada y Cádiz fueron auténticas maravillas.

Elegante, cuidadosa y musicalísima fue la lectura de los Cuadros de una exposición: dicha dentro de esa óptica antes desde el universo del Ravel que del de Mussorgsky que adoptan la mayoría de los directores, estuvo expuesta sin prisa alguna y se mantuvo ajena a cualquier clase de efectismo. Personalmente me hubieran gustado un colorido más rico y un más desarrollado sentido de los contrastes, también una dosis adicional de frescura y desparpajo, aportando una mayor elasticidad en Bydlo y más nervio en el Mercado de Limoges, por ejemplo, pero a cambio tuvimos un Viejo castillo muy sensual y unos Pollitos clarísimos en el trazo y deliciosos en la expresión. A la postre se trató de una dirección notabilísima, aunque por desgracia no estuvo acompañada de una orquesta que, probablemente agotada tras las funciones de Turandot en el Cervantes, se las vio y se las deseó para estar a la altura de las exigencias de las circunstancias. Y que nadie se piense que mi intención es ningunear a la orquesta andaluza: los que hace ya algunos años vimos a la Orquesta de la Scala pasarlo francamente mal en el Maestranza nada menos que junto a Riccardo Muti en esta misma partitura sabemos de qué estamos hablando.

2 comentarios:

Fco.Javier dijo...

Miguel Romea fue director durante 10 prósperos años de la Banda Filarmónica Beethoven de Campo de Criptana (Ciudad Real) y nos llevó a lo más alto en calidad musical. Le guardamos un grandísimo afecto, fue una etapa dorada para nuestra formación musical. Hay vídeos en youtube para quien quiera verlo. Un saludo Fernando!!!!!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias por el dato, Francisco Javier, que no hace sino confirmar la buena impresión. Saludos.

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